martes, 22 de noviembre de 2005

No sé si habréis visto películas del tipo
La fiesta o
Gente Pez, que son las típicas pelis de jóvenes estudiantes que comparten piso y tal. También están
Una casa de locos o
Fin de curso, aunque esta última yo no llegué a verla.
El caso es que a mí me gustan bastante, aparte de que suelen ser pelis muy frescas y llenas de ingenio y talento, porque plantean situaciones totalmente inspiradas en la realidad, y si habéis vivido alguna temporada en un piso de estudiantes o tenido relación con alguna historia de éstas, pues sabréis a lo que me refiero.
Hacía ya tiempo que no me veía envuelto en una situación de éstas, porque el caso es que ya uno termina la carrera, empieza a trabajar, a tener otras inquietudes... y aunque sigue viviendo en el mismo piso, la forma de ver las cosas es distinta. Pero hoy he llegado a casa como siempre, a eso de las 9 de la noche, y me extrañó ver la luz encendida, porque mi hermano suele llegar más tarde. Al abrir la puerta, me encuentro con un montón de macutos, alguna bufanda, cuadernos y zapatos todos tirados... ¿ein? Algo pasa aquí. Antes de poder adivinar qué ocurre, una vocecilla se abre paso por la puerta del dormitorio que actualmente se encuentra desocupado y me dice... "tranquilo Claudio, que soy yo..."
Casi de inmediato reconocí a mi amigo y de paso lo que estaba pasando, y adivinar unos zapatos femeninos en el montón de enseres por allí descarriados, así como unas risa femenina terminó por hacerme ver la realidad. Así que nada, le dije, "ah, vale, no te preocupes" y me fui a lo mío (encender el ordenata, preparar una colada... en fin).
Pues nada, finalmente los tortolitos salieron (él tranquilo; ella cabizbaja, colorada y todo hay que decirlo, de bastante buen ver) y se fueron.
Y es que en los tiempos que corren eso de tener un techo en el que
echar un kiki tener un rato de intimidad con tu pareja es algo que no se paga con dinero, y nuestros amigos y amigas saben desde la época de la universidad que ante una urgencia nuestro piso es suyo, más aún cuando mi hermano y yo tenemos los metros cuadrados más desaprovechados de España en lo que a actividades sexuales se refiere, y no tenemos problema en dejar las llaves a quien lo necesite.
Al rato de irse, mi amigo me llamó para darme las gracias una y otra vez por el favor (nada hombre, si esas cosas, como en el chiste, tienen su gracia sólo si se cuentan...) y de paso me contó la historia de la chica, que al parecer es un poco ninfómana.
¿Gracias? Gracias a tí colega, por hacerme ver que aún la gente suele hacer eso que se hacía antiguamente de unirse para intercambiar fluídos y practicar actividades sexuales para fines no necesariamente reproductivos...
Total, es lo más cercano a una experiencia sexual que he tenido (y tal como va la cosa,
que tendré) en años...
Claudio ::
martes, 22 de noviembre de 2005 a las 11:46 p. m. ::

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