jueves, 2 de agosto de 2007



Cada año por estas fechas, al regresar a Cádiz por unos días, toca reencuentro con personas a las que hacía tiempo que no veía. Es lo que tiene.
El otro día me encontré a Mamen. Mamen fue compañera de instituto. Recuerdo que era un año mayor que yo, porque repitió segundo y fue en ese curso donde empezamos a ser compañeros de clase. Nuestra relación se hizo más estrecha a partir de ese año, a raíz de que le conté un sueño que había tenido.
Resulta que soñé que hacíamos el amor apasionadamente encima de mi piano. Claro, se lo conté porque me resultó gracioso, puesto que a mí ni me gustaba Mamen ni nada (de hecho nunca le había prestado atención hasta entonces) y porque mismamente mi piano es de pared, no de cola; así que ya me dirás cómo.
Total, que a raíz de ahí se creó un vínculo extraño; ella pensaba que estaba colado por ella y se divertía dándome calabazas, y yo me divertía viendo las caritas que ponía y cómo bajaba la vista, muerta de vergüenza cuando le decía lo enamorado que estaba de ella. Y bueno, fue una relación graciosa, de vez en cuando aparecía en mi casa sin avisar para exigirme apuntes aunque yo estuviera enfermo, de vez en cuando me invitaba a su casa a hacer “los deberes” en momentos estratégicos en que se quedaba sola… en fin.

Cuando nos vimos el otro día, hacía ya 3 o 4 veranos que no nos veíamos (creo recordar que fue en una discoteca, donde no sé a cuento de qué estaba dándose piquitos con una amiga… ¿?), y nada, me contó que le iba bien; había terminado enfermería, había estado en el extranjero y ahora estaba contratada en un centro de salud de la capital… Cuando le conté un poco como me iba a mí, me suelta de sopetón de forma inesperada…

-Y qué ¿os casasteis?

Y es que incluso no pude reprimir una carcajada… “¿Yooooo? Pare mentira… ¿no me conoces ya, Mamen?

Y resulta que la sorpresa fue doble, porque supuse inmediatamente que al preguntarme algo tan absurdo, lo hacía al igual que lo hace el 99% de la población: para que le preguntes “¿y tú?” y así poder refregarte en la cara lo que están deseando decirte desde que te vieron (no sé por qué extraña razón todo el mundo piensa que sus propias virtudes son siempre virtudes que todo el mundo desea y de las cuales todo el mundo carece; recuerden que las verdades son relativas, TU verdad no tiene porque ser la de los demás…). Así que esperándome lo que se me venía encima, y recordando que en los últimos tiempos con Mamen, en COU, cuando se sentaba delante de mi pupitre (el cual compartía con mi hermano) se pasaba todo el santo día dándose la vuelta diciéndome “mira, así es la polla de mi novio…” y dibujándome enormes penes que ocupaban todo el alto de mi cuaderno que luego tenía que ponerme a borrar (que los novios cambiaban, pero el tamaño de sus penes eran siempre igual de enormes) le dije:

-¿Y tú? -¿Yooooo? Uy qué va… yo paso… -¿? Joder Mamen, si tú has sido siempre de tener novio… -Bueno novio sí, pero ¿casarme?... anda ya…

Así que sorpresa total, una por pensar que ella era de las que sí que se casan y otra por pensar que ella era de las que preguntaban cosas para poder decir lo que ella quiere.

Después lo pensé y me di cuenta de que soy al revés que todos. Normalmente, cuando alguien (sobre todo las tías) se encuentra con un viejo amigo o amiga, se alegra si éste le cuenta que se ha casado, y si no pues ni se alegra ni se entristece (bueno, alguno que yo me sé le cuelga el Sambenito y se apiada de él como ser inferior que es, pero ésa es otra historia).

Yo soy al revés:
Si alguien se ha casado me provoca total indiferencia, y si no se ha casado, me provoca alegría por descubrir que, al igual que yo, él no es de los que se casan.

Claudio :: jueves, 2 de agosto de 2007 a las 12:25 a. m. :: 12 comentario(s)

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