viernes, 11 de marzo de 2005
El bosque de los Ausentes
Hoy es el día en que tristemente debemos recordar (no porque no lo hayamos hecho cada día desde entonces) a los ausentes. Supongo que éste será prácticamente el único tema del que se hable en todos los blogs de este país, y seguro que en muchos blogs extranjeros. Seguro que todos estamos de acuerdo en los sentimientos, en las palabras que usaremos.
Lo único que será distinto en cada caso será cómo contará cada cual cómo vivió aquel día. Yo voy a contar dos historias: una que no es mía, sino de una parte de las vidas que allí se quedaron, y que ha sido de las que más me ha impactado; la otra, sí es mía, que por una extraña razón producto de un azar originado por infinitos grados de libertad, hizo que este humilde espectador viviera aquellos tristes acontecimientos in situ, cuando no debería haber sido así.
- Andryan Andrianov y Kalina Vasileva era una pareja de inmigrantes búlgaros de 22 y 30 años respectivamente, que aquel día murieron en El Pozo. Tenían intención de casarse, y sus familiares decidiron darles sepultura en una misma tumba, con los trajes nupciales que tenian planeados para aquella boda que nunca llegó a celebrarse.
- Como cada viernes, debía tomar el AVE Madrid-Sevilla de las 3 de la tarde, pero aquél era el viernes 12 de marzo. Ese tren salía de Atocha por una vía paralela a la que aún sostenía uno de los trenes siniestrados. Está claro que ver aquel vagón de cerca, pudiendo hacerte la idea de las proporciones, de los tamaños, las longitudes, los tiempos y lo que es mucho peor, del dolor y la locura, era impactante. Pero había visto ya tantas veces esa imagen el día 11 en la televisión, que no fue lo que más me impactó. Lo que más me impactó fue observar el tren en el que yo viajaba. La respetuosa expectación de todos sus ocupantes al pasar junto a aquella mole de destrucción a medida que abandonábamos los andenes. El silencio más ensordecedor que he oído nunca. Los rostros de todas las personas que allí había. Yo llevaba la cámara digital en el bolsillo, y tenía asiento de ventanilla. No tenía más que sacarla y disparar. Pero no lo hice. Si la cámara no podía plasmar aquel silencio, de nada me servía tomar la instantánea.
Claudio ::
viernes, 11 de marzo de 2005 a las 5:51 p. m. ::

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