lunes, 5 de diciembre de 2005
La posada de las almas (y III)

El domingo, después de levantarnos a las tantas, nos dimos un garbeo ya más en plan relajado, buscando tapitas y cafeterías chulas. De tapitas: las patatas panaderas con huevo frito son de lo mejor y de cafeterías la que más me gustó fue "Tio vivo", por su decoración y su ambiente.
Como ya he dicho, tanto en Valladolid como en Salamanca pude comprobar que en las cafeterías o pubs (no necesariamente discotecas) se cuida muy mucho la decoración y el ambiente. Es muy común encontrar locales casi a oscuras, iluminados sólamente por velas y quizás alguna luz muy tenue, que unido a la decoración y la calefacción a tope hace que se creen unas estancias muy acogedoras. Muy recomendable, y si tienes pareja, más.
Con todo, el domingo llegaron las ideas de "no quiero irme", y es curioso, porque mi anfitriona me contaba que todas las visitas que había recibido acababan por decir lo mismo. Salamanca tiene un embrujo que te cautiva de por vida, de verdad.
El lunes 28, día de mi 28 cumpleaños (no 29 como alguna
petarda ha soltado por ahí en los comentarios, que no está la cosa como para regalar años ya :D ) me pasé otras ocho horitas de bus y
emepetreses. Al final Pilar pudo ver la nieve, aunque fuera sólo de paso y ya en el suelo. Llegué a Sevilla a las seis y media, con el tiempo justo para pasar por casa y coger el coche para dar mi clase particular de los lunes, a las 8.
Para mi alumna es como si nada hubiera pasado; me despedí de ella el miércoles anterior deseándole suerte para su examen, y aquel lunes volví a verla como todos los lunes. Pero lo que realmente no sabía era que yo ya no era el mismo, ahora yo era más persona que el miércoles anterior, o si me lo permites
mejor persona que antes. Es lo que tiene hacer un viaje como éste; conocer los lugares en los que he estado y a las personas con las que me he encontrado...

Luego, de vuelta a casa, como dice la canción, enciendo el ordenador y miro si quizás el destino me tiene guardada una jugada de última hora que haga que finalmente mi camino me lleve de vuelta, al origen de todo esto. Y puede que así sea, puede. ¿Quién lo sabe? El destino se comporta de manera que dada una situación, cualquier situación futura es inconcebible...
Puede que entonces deje de ser el
Ángelus, el vampiro con alma condenado a una vida eterna de tormento y arrepentimiento por sus terribles atrocidades del pasado, en busca de redención...
Claudio ::
lunes, 5 de diciembre de 2005 a las 11:15 p. m. ::

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