miércoles, 22 de agosto de 2007



Apenas unas horas después de llegar a París, fuimos a ver la Torre Eiffel, y su iluminación nocturna. Una vez recuperado el aliento tras el primer impacto, lo que pedía el cuerpo era sentarse en las escaleras del Trocadero, dejarse inundar por la oscuridad y disfrutar del instante.
Pensé en la fortuna que tenemos de poder guardar los momentos; las imágenes en fotografías, el sonido en grabaciones e incluso el movimiento en vídeo. Recordé la vieja historia que contaba que Thomas Alva Edison, según contaba en una entrevista que concedió a la revista Scientific American en 1920, y no contento con inventar el fonógrafo, estuvo trabajando en un invento que según creía, permitiría comunicarse telepáticamente con los muertos.
Thomas Alva Edison pensaba mucho en la retención de los instantes, de ahí que jugara un papel tan importante en la invención del mencionado fonógrafo o la cámara de cine, y la teoría que le llevaba a pensar que se podía hablar con los muertos era que la personalidad sobrevive a nuestra muerte.
Y entonces pensé que sin embargo aún somos muy desgraciados por no poder grabar las sensaciones. Yo sé que estaba allí, podía hacer fotos, vídeos, grabar sonidos... pero nunca podría grabar la sensación completa. Y sé que podré recordarlo, revisar fotos, ver vídeos... pero hasta que no vuelva a estar allí, de noche, sentado a oscuras diciendo "ah, es verdad, esto era así" no podré revivir el momento.

En cuanto a si París es la ciudad más romántica del mundo... supongo que es bueno saber cuál es mi opinión, de una persona que tiene el mismo sentido del romanticismo que una piedra (o en otras palabras, excesivamente objetivo y poco entusiasta al respecto): La ciudad es tan romántica como tú quieras verla. Es cierto que hay muchos parquecitos que invitan a darse un buen filete (ésa es su razón de ser ¿no?), y concretamente me fijé en el que hay justo a pies de la Torre Eiffel, en la que te puedes dar un revolcón en primera linea de Torre, y eso yo creo que le da morbo a cualquiera. Además en Otoño se debe poner muy chulo con hojas secas y demás... sí.
Así que llegué a la conclusión de que realmente no es que París sea una ciudad muy romántica y por eso todo el mundo lo dice, sino que como todo el mundo lo dice, ha acabado por serlo (que es distinto).
Ahora bien, allí sentado también pensé otra cosa. Si yo no tuviera el romanticismo de una piedra, más aún, si fuera de los que quieren compartir su vida a toda costa, si mi vida no tuviera sentido sin el amor y bla bla bla, si yo estuviera en París en aquel momento con esa persona con la que compartir mi vida (----!!!), estaría también allí sentado con ella, los dos en silencio. A oscuras.

Por la noche, ya en la cama, seguí pensando en ello. Pensé en lo que escribí hace mucho y pensé en que debería añadirle una frase más:

"No importa que pasarais los mejores días de vuestra vida en aquel viaje a París."

Y entonces caí en la cuenta de que si hubiera estado con esa persona allí, en silencio, a oscuras... bueno, eso no querría decir nada. Quizá un mes después todo quedaría en nada y entonces... Nunca más podría volver a París porque me traería recuerdos dolorosos y acabaría por aborrecerla, o no regresando nunca más. Y una ciudad como París no se merece eso, y mucho menos por una tiparraca así.

Así que me alegré de estar en ese viaje con amiguitos, pasándolo bien, y de haber estado en silencio, a oscuras, viendo la Torre iluminada desde Trocadero. Y aunque nunca podría retener la sensación al 100 por 100, siempre podré volver, cuando quiera. Siempre me quedará París.

Claudio :: miércoles, 22 de agosto de 2007 a las 12:28 a. m. :: 9 comentario(s)

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