lunes, 29 de mayo de 2006
Con la mano en el pecho fuego
No importa lo inconcebible que se te antoje la idea. No tiene mayor importancia el tiempo que llevéis juntos, que tengáis fecha para la boda, el piso comprado o que compartáis las letras del coche.
De nada sirve que paséis 24 horas al día juntos, que su madre te considere como uno más de la familia, que tengáis decidido el nombre de vuestro primer hijo, que no salgáis nunca a divertiros si no es el uno con el otro.
Ningún valor tiene que os llaméis a diario desde el trabajo, que os enviéis al menos dos SMS todos los días, que te haya prometido mil veces que eres su pareja ideal, que contigo no puede ser más feliz, que no hay nada más bello que estar a tu lado.
De poco vale que lo compartáis todo, que no tengáis secretos, que tengáis los mismos gustos. Ni siquiera que ayer mismo te jurara y perjurara que te ama como nunca lo ha hecho, que la semana pasada hicierais el viaje más romántico de vuestras vidas o que anteayer estuvierais haciendo el amor en el hotel más lujoso del país.
De nada.
De saberlo todo de ella, compartirlo todo, pasar todo el tiempo juntos o hacerlos mil y una promesas inamovibles a no saber nada, no volverla a ver y perderte todos los acontecimientos importantes que significan algo para ella y que antes se apresuraba a contarte no hay más que un "
tenemos que hablar", un comentario, un gesto, un SMS llegado en un momento inoportuno, una llamada, una noche. Por inconcebible que parezca. Aunque no tenga pies ni cabeza.
Del amor al odio, de la certeza a la incertidumbre, de la pasión a la indiferencia.
Y después no queda nada.
Nada.
Claudio ::
lunes, 29 de mayo de 2006 a las 11:28 p. m. ::
-------------------------------------