jueves, 18 de febrero de 2010

La historia de Boston

Era ya el temido día del regreso a casa, el día 25 de Abril. El plan era análogo al de la llegada pero a la inversa, es decir: vuelo desde Chiqui a Boston y desde allí a Madrid. Esperando el embarque ya se empezaron a ver carreras, caras nerviosas y demás, y tras varias horas de retraso finalmente nos anunciaron que un ordenador de navegación se había estropeado y el vuelo quedaba cancelado. Eran ya sobre las once la noche hora local, y tocaba ahora volver a ventanilla, recuperar el equipaje y negociar individualmente la solución que se nos daba a cada cual.
Los primeros en ser despachados sin esperar cola ni nada fueron un grupo de médicos que venian a no se qué congreso. Con ellos la cosa fue rápida: dos representantes de todos los médicos les arreglaron todos los papeleos mientras ellos descansaban plácidamente en el hotel ofrecido por la compañía aérea, mientras todos los demás esperábamos una solución, y las familias con hijos pequeños (algunos llorando y enfermos) protestaban. Ahí se vio claramente quién suele manejar el cotarro en estos casos, y lo que hace ponerse una bata blanca en un hospital.
Después de ir personalmente a recoger la maleta que casualmente había oído que la habían dejado amontonada junto a otras en un pasillo de la planta de abajo (nuevas protestas) escuché pacientemente las opciones que me daban. Recordemos que era sábado casi a las doce de la noche hora local. Me ofrecían dos opciones: una sería coger un vuelo a Nueva York y desde allí otro hasta París, con lo cual después tendría que enlazar con Madrid y Sevilla, llegando a casa el lunes. La otra opción sería esperar hasta el lunes que saldría el primer vuelo directo hasta Madrid, esperando pacientemente hasta dicho día en un hotel/manutención ofrecido por la compañía. Teniendo en cuenta que hiciera lo que hiciera mi llegada se retrasaba hasta el lunes irremediablemente, pensé que esas horas prefería mejor estar en Boston viendo la ciudad que luchando por enlazar vuelos, así que decidí quedarme.
Esa historia me pareció de novela, eso de tener que irme y ya echar de menos la experiencia que dejaba atrás y sin embargo de forma rocambolesca se me ofrecía la posibilidad de estar dos días más allí de regalo. Pero más aún lo fue la historia del grupo que iba delante; un viaje de una clase de instituto megapijo de algún lugar de Galicia (lo de megapijo me di cuenta a tenor de las conversaciones de las adolescentes en la cola). Según me contaron habían estado una semana con otro grupo de intercambio lingüístico, viendo la ciudad y tal. Precisamente esa noche los amigos que habían conocido allí daban una fiesta a la que no podrían ir porque coincidía con la noche de su regreso... pero al retrasarse el vuelo... quizá sí podrían ir a la fiesta... bueno ya sabéis, reencuentros inesperados entre adolescentes.

Al final no fueron a la fiesta, aunque se quedaron en el mismo hotel que yo. El problema es que cuando llegamos a nuestras habitaciones era ya casi la una, y según me contaron las profes era ya demasiado tarde. Yo también opté por quedarme, dado que el hotel estaba en el mismo aeropuerto y no había podido conseguir comida hasta aquel momento (y según me dijeron en recepción tampoco podría ya conseguirla a no ser que alquilara un coche o cogiera un taxi a la ciudad "y....") Así que envié un correo electrónico para avisar de mi retraso y me acosté directamente, para reservar energías. El domingo habría que ir a muerte a conocer Boston de forma improvisada.

Así pues a la mañana siguiente, después del megadesayuno me fui directo al metro, cogí un mapa y a volar.

Lo primero que hice fue acudir al centro, darme una vuelta por las tiendas y disfrutar de los contrastes en sus construcciones; grandes rascacielos, iglesias antiguas y edificios en demolición. Con el buen tiempo que hacía, no dejé de ir a la mayor zona verde de la ciudad, el Boston Common, donde la gente hacía su domingo como cualquier otro: pasear, tomar el sol, jugar en el cesped...


Después me fui a Cambridge, sede de la Universidad de Harvard y el MIT (Massachusetts Institute of Technology). Por un lado quería ver el ambientillo estudiantil por los alrededores, del cual di buena cuenta teniendo en ídem que ese mismo día el Boston Celtics jugaba la final de la NBA, así que me senté en una terracita chula de la Massachusetts Avenue a tomarme un vinito y disfrutar del ambiente. Pero por otro lado, también vi cómo en las bibliotecas había gente estudiando, por muy domingo de final de NBA que fuera. Si es que siempre tiene que haber gente para todo...





Claudio :: jueves, 18 de febrero de 2010 a las 12:42 p. m. :: 1 comentario(s)

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