domingo, 20 de noviembre de 2016

En 2015

En marzo, recuerdo perfectamente que fue el mismo día en que se el loco alemán este estrelló el avión, nos dejaba nuestra querida perrita Mili, después de 16 años de compañía 😞
2015 fue también el año en que tras la pérdida de mi padre, decidimos retomar  el uso de nuestra piscinilla en la casa de campo. Normalmente era él quien se encargaba de todo el mantenimiento y aclimatación, y claro, ese conocimiento con él se perdió. Así que nos pusimos a ello y hemos hecho uso de su disfrute, y también de su mantenimiento. Y lo digo porque realmente mola todo lo que hay detrás de mantener la piscina limpia y en condiciones. Tuvimos que empaparnos del uso del motor para la limpieza y la depuración, y de qué va eso del equilibrio entre ph, alcalinidad, nivel de cloro y evitar que aparezcan colonias de algas. ¡Mola!

No fue un año de grandes viajes más allá de lo profesional y alguna escapada lúdica a Madrid, Granada, algunas grandes playas de Huelva y Cádiz… cosas así. Pero en todos los casos fueron altamente disfrutados en buena compañía. También fue el año en que visité por primera vez Barcelona, una visita realmente fugaz que no me permitió ver nada de la ciudad, pero que también sirvió para reencontrarme con grandes colegas y disfrutar de una gran noche de cenas y copas.
También traté de disfrutar de actividades al aire libre: hice el Caminito del Rey y volé en paratrike.
En este año me recuperé de dos pequeños problemas de salud, que te hacen ver que incluso uno mismo no es indestructible y que formas parte de la estadística, y que además aunque no lo notes, cumples años.  Con un poco de suerte y algo de esfuerzo salí airoso de ambos, y además he asimilado una nueva forma de alimentación aún más sana y equilibrada que la que antes llevaba, así que algo bueno hemos sacado de todo ello, como siempre.
En el hamor, viví en el mismo año el rol de tener que abandonar y ser abandonado. Por suerte ya tenía de sobra aprendida la lección de que hay que aceptar ambas situaciones con la misma naturalidad, unas veces se gana, y otras se pierde, y eso es así siempre y para todos. No hay más.
Pibón de yate
También  reflexioné sobre el obligar al destino a realizar cambios bruscos gracias a pequeñas acciones. En general, si el destino te ha alejado durante muchos años de una persona, es mejor no recurrir a esas pequeñas acciones que hace que podáis volver a encontraros. Si el destino ha seguido un camino, en general, salvo raras excepciones, es mejor dejarlo así. Igualmente te diré que encuentros en contra de todo pronóstico también pueden dar mucho de sí, y si se te presenta diría que tienes incluso la obligación de disfrutarlo. Pero a día de hoy, creo que las posibilidades de éxito a largo plazo de un encuentro así son francamente bajas. Y por tanto te diré que en lo que a mí respecta, he disfrutado de la historia todo lo que me ha sido posible, pero cuando el destino ha dicho “aquí estoy” decidí no enfrentarme a él y aceptarlo con naturalidad y sin grandes dramas. Que así sea.
En relación a esto último también aprendí que, por desgracia, hay una época en la adolescencia donde aún no estamos preparados para tomar decisiones de vital importancia en nuestro futuro, pero que a pesar de ello hemos de tomarlas obligatoriamente. Y como realmente no estamos preparados para ser conscientes de las consecuencias reales de esas decisiones, estamos totalmente expuestos a que nuestra vida la rija el azar. Así que simplemente el azar es quien decidirá si la decisión que un adolescente tome hoy, en veinte años suponga la diferencia radical entre ser (un ejemplo) un pibón de yate o una choni. Esa misma decisión puede hacer que alguien, en veinte años, llegue a amarte o llegue a odiarte.
Choni
Pero si por algo se ha caracterizado el año 2015 es por el sustancial cambio en mi forma de vida. Se caracterizó por mi nuevo gran proyecto que dejó aparcado todo lo demás, casi sin darme cuenta. De repente casi sin quererlo, me vi comprando un piso y prepararlo todo para que se convirtiera en mi nuevo HOGAR. En este tema yo siempre fui muy escéptico,  tenía muy claro que no iba a entrar en el juego de ponerme una soga al cuello durante ¿30 años? o hacer locuras de pagar en ese tiempo un dineral por 30 m2 de suelo viejo y semiderruido. Yo quería cosas “razonables” de pagarlo en un tiempo razonable (mi padre hace mucho lo hizo en 5 años), y con una calidad mínima que me permitiera estar seguro de la compra. Y por supuesto que cumpliera con ciertos requisitos que para mí serían necesarios para considerarme cómodo y a gusto en esa casa.
Y con tantas pegas, sin embargo el destino también te acerca a personas, hechos, coincidencias… que te llevan por caminos que no imaginabas. Una persona cercana con una situación parecida a la mía en 2015, de pronto tuvo un problema y se vio obligada a cambiar de casa de prisa y corriendo, por temas legales. Como pensé que algún día podría pasarme a mí, me dije “voy a mirar cómo está el mercado, no pierdo nada por mirar”. Vaya, que el estar a régimen no impide poder mirar el menú de toda la vida. Casualmente vi algo que me molaba. Casualmente empezó a cumplir con mis exigencias. Casualmente me hacían una muy buena oferta. Casualmente no iba a tardar más allá de 4 años en pagarlo sin agobios. Y así poco a poco todo empezó a encajar.
Con esto pasó exactamente igual que me pasó con mi trabajo. De una posición de escopeta cargada, poco  a poco y sin buscarlo, te surge la oportunidad. Y todo encaja. Y lo que son decisiones al final no lo son, se toman solas porque es una oportunidad que no puedes rechazar. Ésa es la señal de que lo estás haciendo bien. Y en este caso fue igual.
Así que en febrero de 2015 formalicé la compra y empecé con el gran proyecto. Al principio no me lo tomé con prisas, quería ir poco a poco definiendo qué quería hacer en cada habitación, ir buscando todo lo que iba a necesitar en los mejores sitios, etc. No tenía ninguna prisa. Sin embargo, un día que fui a enseñar la nueva casa a una amiga, me dijo “yo no sé cómo no estás deseando venirte ya aquí”. Y entonces me di cuenta de que tenía razón. Poder usar el garaje cuando antes tenía que aparcar en una zona de mucho movimiento universitario, el no tener que cargar con compras, bombonas de gas etc hasta un cuarto sin ascensor… tenía que ponerme en serio.

Ha sido fascinante el diseñar las estancias, aprender sobre iluminación, temas legales… Además busqué muy buenos profesionales que me permitieron involucrarme en todo el proceso. A lo tonto hasta me vi diseñando algún mueble que al final no hizo falta. Y hubo que resolver algún problema de espacio que realmente necesitó de mucho ingenio, pero moló.
Finalmente todo llegó a buen puerto y hoy en día soy muy feliz en mi nuevo HOGAR. La comodidad, las vistas, la luminosidad, mi tele grande donde ver pelis totalmente conectada a todos mis dispositivos, mi hilo musical en el baño para la ducha, mi home estudio para crear, mi piano de cola que todo todos los días… También me monté una buena cocina bien equipada y ahora intento aprender a cocinar en condiciones y de forma más sana. Y tengo unos vecinos encantadores, que nos ayudamos entre nosotros muchísimo, e incluso da lugar a muy buenas amistades.
Esta decisión al final no fue tal, y me pasó exactamente igual que con mi otro gran paso que me dio la libertad, mi trabajo. Aquí ahora soy feliz y no necesito nada más. Hay veces que pienso que si el destino me deparara también algo de hamor, sin duda el paso se daría igual. Será algo que no busque, y que llegará sin tener que tomar una decisión, se tomará sola o caerá por su propio peso. Mientras tanto, como dice la canción, yo estoy bien aquí, en mi nube azul.
(Todo es como yo lo he inventado)

Claudio :: domingo, 20 de noviembre de 2016 a las 6:50 p. m. :: 0 comentario(s)

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