domingo, 23 de abril de 2006
Lo malo de estar allí es que no puedes traerte nada

La noche cada vez es menos frecuente, pero más intensa. Por suerte siempre habrá alguien que, incluso sin planearlo, esté dispuesto a compartir una copa y una buena conversación. Con las horas la conversación muta a inquietudes, después a preguntas y por último a confidencias; y a la vez vas sintiéndote cada vez mejor y mejor.
Sin darte cuenta eres cada vez más importante, tu interlocutor más inteligente y tú más afortunado. Tomas aire para tratar de retener todo lo que estás captando; varias conversaciones simultáneas, alguna de ellas entre desconocidos y quizá demasiado lejos como para oirlas físicamente. Pero en el cerebro se están quedando impresas.
Por suerte siempre los demás están más borrachos que tú, y soportan peor que tú el alcohol. Por suerte ellos tienen lo suyo y tú lo tuyo, y todos contentos. Por suerte pasan las horas y cada vez te sientes mejor y más potente, buscas otro sitio a donde ir.
Lamentablemente no puedes retener toda esa percepción. Ni tampoco esa inteligencia. Es algo pasajero, y mejor que siga así. La única opción es volver a ese mundo paralelo otro día; quizá seguir con lo que estabas pensando, en el punto en el que lo dejaste. Llega el bajón.
Llega el momento de regresar. Procura retener las últimas percepciones, los últimos lemas geniales, las últimas verdades absolutas, las propuestas definitivas; quizá consigas recordarlas mañana, y quizá sigan teniendo esa dosis de genialidad incluso en la cordura. No pienses demasiado. No le des más vueltas al asunto; ahora llega el momento de que todo te de vueltas a ti. Todos estáis bien, todo ha salido bien. Por suerte aún te queda un poco de cordura y dejaste todo atado antes de tu partida. No te preocupes, ya volverás otro día.
Claudio ::
domingo, 23 de abril de 2006 a las 1:44 p. m. ::

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