martes, 25 de julio de 2006

No me gusta hablar de estas cosas, pero…

A raíz de uno de los post de la semana pasada, y de pasarme todo el fin de semana encogiéndome al ver las noticias, he estado pensando algo.
Pienso en la gente que hace 3 semanas podían tener una vida similar a la mía, con inquietudes más o menos igual a las mías. Me da igual que sean del sur del Líbano que del norte de Israel. Porque al final la historia es la misma, y los que mueren son muertos a fin de cuentas, y además son muertos que nada tienen que ver con los que lanzan los katiuska, ni con los soldados que son secuestrados, ni con los parias que les privan de la libertad, ni con los políticos que deciden iniciar la ofensiva armada.
Y digo que estas gentes, que a lo mejor hace 3 semanas su mayor preocupación podía ser encontrar un piso donde irse a vivir con su pareja, o un buen trabajo, o terminar sus estudios, de golpe y porrazo, sin poder evitarlo, quizá sin poder entender la razón de lo que está pasando ven como esos problemas son insignificantes, quizá ya en estas 3 semanas ni siquiera son capaces de explicar lo estúpidos que fueron pensando que “aquellos” eran “problemas”.
Porque ahora su inquietud más imperiosa puede ser cruzar la calle para encontrar comida o agua para su familia, o buscar un vehículo para iniciar el éxodo, o puede que encontrar a un familiar entre las ruinas de su propia casa.

Qué impotencia debe sentirse durante el llamado “ambiente prebélico” viendo venir lo que te espera y no poder hacer nada por evitarlo. Que otros (los que precisamente al final no sufrirán la destrucción de sus hogares ni familiares, el éxodo o las amputaciones) decidan que tu vida va a cambiar de esa manera tan radical para siempre, y con ella la de tantas miles de personas. Y que precisamente los que sí sufrirán la barbarie, sin poder hacer nada, sin ser escuchados, tan sólo tengan algo claro: que no quieren morir.

Pensaba también en las personas que tratan de cruzar la alambrada o los que son rescatados a la deriva en el mar y luego nadie quiere hacerse cargo de ellos, aunque sea de forma temporal.
Si yo pensaba la semana pasada en la suerte que tienen siempre los demás y me preguntaba “¿qué se sentirá siendo tan afortunado?” ¿qué no pensarán ellos al verme a mí? ¿No maldecirán también su mala suerte? ¿No la aceptarán con resignación como hago yo? ¿No se preguntarán al verme, al igual que hago yo con los demás, que qué se sentirá simplemente siendo tan afortunado de haber nacido al otro lado de la verja?

Pd. Y digo que no me gusta hablar de estas cosas porque haga lo que hagas siempre te quedará un discurso populista y demagógico, y no tengo necesidad de hacerlo. Y porque yo jamás aportaré posibles soluciones. Y porque cada día más, ODIO a los políticos y la puta política. No se salva ni uno solo.

Claudio :: martes, 25 de julio de 2006 a las 2:00 p. m. :: 1 comentario(s)

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