martes, 3 de enero de 2006

Ayer era día de fiesta en Andalucía. Además hacía sol, aunque también es verdad que han bajado mucho las temperaturas. Después de estudiar de 9 a 2, decidí ir a hacer mi carrerita por el paseo marítimo, a falta de gimnasio...
Pero ayer no era día de hacer
footing. No era día de salir en chándal, despeinado, con barba de una semana, ojeroso. Era día de salir
de paseo, de sacar al perro, de dejar que los niños correteen por la arena. Día de hacerse fotos con las amiguitas, empujar el carrito del bebé o de agarrarse del brazo de ella. Era día de sentarse en el banco, al sol, leer el periódico o un libro, o escuchar música en el
emepetrés. Día de tirar piedras contra la orilla, oir las olas y admirar cómo el viento ha borrado todas las huellas de la arena, dejándola con aspecto de duna virginal.
Era día de no ser el envidioso, sino el envi
(di)ado, de ser yo el que se tumba en la arena boca arriba, mirar sólo hacia arriba dejando de ver todo lo que está en contacto con el suelo, y viendo sólo el azul del cielo. Tanto, que puedes imaginar que eres tú el que está arriba, y lo que hay abajo es agua, esperando tu caída. Debía ser yo el envidiado, porque sobre mi cintura habías de estar tú sentada, echando la cabeza hacia atrás; dejando que el viento asiera tu melena, antes de tomarla entre tus manos y quedarte inmóvil al sol. Y es que ayer no era un día para que el frío hiciera brotar lágrimas de mis ojos, sino que era un día para que cualquier cosa me hiciera llorar, siempre que estuvieras tú cerca para enjugar mi pena.
Hay veces en que para que me entiendas, te pongo una canción, pero ¿y si es instrumental? Podría ponerte la partitura, pero nos quedaríamos igual. Esta vez, y sin que sirva de precedente, dejaré que oigas la explicación de todo esto. Para que me entiendas.
Wim Mertens - The fosse. El tema dura 18 minutos. Te dejo 4 para que sepas de qué hablo. Y si te gusta, ya sabes.
Claudio.
Claudio ::
martes, 3 de enero de 2006 a las 9:19 p. m. ::

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