martes, 1 de agosto de 2006



Andaba yo pensando en la huella que dejan en nosotros las personas que pasan por nuestra vida y, recíprocamente, en la huella que dejamos nosotros en los demás. Si bien me he llevado prácticamente este último mes metido en casa (y a pesar de eso se me ha pasado volando), lo bueno de esta ciudad que se llama Cádiz, es que apenas sales 5 minutos y encuentras caras conocidas. Saliendo apenas un día sí y otro no para ir al gimnasio (5 minutos, no más) y la semana pasada encontré a D. Creo que la última vez que le vi fue en el año 2001, que le comenté que sentía que no hubiera ganado en el concurso para representar a España en Eurovisión (fue el año que ganó David Civera, antes del boom de los triunfitos). Es curioso que hace tanto que no nos vemos (y mucho más aún que nos conocemos) aunque claro, desde que me fui de la ciudad para estudiar el contacto se pierde. Y a veces me sorprende que después de tantos años, se acuerden de mí, como el sábado cuando me crucé con Y, que hasta me llamó por mi nombre (también suele pasar que me llaman por el nombre de mi gemelo, gajes del oficio). Este tipo, en el mismo tiempo que yo estudié la carrera, fracasé en el mercado laboral y me follaron 3 veces en el FIR, él: se sacó enfermería, trabajó como enfermero muy bien recomendado (por lo visto era un hacha), se arrepintió, se metió en medicina, aprobó, hizo el MIR y ahora está haciendo la residencia. A otras, como a R, que la encontramos el sábado en el cine, no le va tan bien. Ésta es de las de ese gran colectivo que aflora en la ciudad en los últimos tiempos con el que la mala suerte se ceba. De las que la enfermedad les acecha, no tienen suerte en el amor y se ven atrapadas en un trabajo que ni fu ni fa pero que paga (justito) las facturas y la hipoteca del piso que compró a medias con su ex que después la dejó tirada, y que ahora tiene alquilado hasta que termine de pagarlo y pueda abandonar la casa de su madre. Malos tiempos para la felicidad, decíamos.
Y lo que más curioso me ha resultado, ha sido comprobar que todas estas personas me hayan saludado, sonreído, alguno incluso me ha contado cómo le va (aunque sea sólo sonriendo, lo que quiere decir que todo va razonablemente bien), pero que I, después de habernos querido un par de veces (vale, hace ya mucho, y éramos unos críos), ella, cuya boca probé alguna vez, cuyas manos en ocasiones acaricié y de la que sé hasta que punto se estremece cuando la abrazo fuerte, al verme haya agachado la cabeza y seguido su camino.

Claudio :: martes, 1 de agosto de 2006 a las 1:51 p. m. :: 6 comentario(s)

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